miércoles, 18 de julio de 2007

La pequeña Lulú

Martes 17 de Julio de 2007

A ese Arturo Alessandri que representaba a la riquería chilena le decían, los de izquierda, "la señora". Alguna vez me dijeron que era por sus modales.
¿Cómo llamar a Lourdes Flores?
¿Distinguida damita?
¿Señorona? ¿Lady? ¿Señito?
No nos pongamos más frívolos de lo que somos.
No importa cómo la llamemos. Lo importante es que ella seguirá cumpliendo su cabal oficio: perder en las elecciones que habrán de venir.
No importa qué elecciones; las de la presidencia del Regatas, las de la asociación de ex alumnas del Sophianum, las de la presidencia de la República.
No interesa con qué capital empiece la contienda: ella se encargará de dilapidarlo diciendo insensateces, dejando que su papi se desamordace, enredándose en un juego de palabras que a nada la lleva y que nada quiere decir.
El problema de Lourdes no es ella sino la cuna negra y un poco maldita donde la mecieron: el PPC. En esa cuna negra, donde dormitó también el bebé de Rosemary, vio las primeras luces de los flashes don Luis Bedoya Reyes, el Merlín de los desastres electorales, el derrotado invencible, el hombre del dedito pedagógico, la sonrisa cachacienta y el fracaso de acero toledano.
Fue don Luis Bedoya Reyes quien le enseñó a perder. ¿Quién podría superar tamaño trauma? Porque la cuna que don Luis Bedoya mandó a hacer en una suite del hotel Crillón, impregnada del olor a harina de pescado que le prestaba Luis Banchero, crujió desde el principio por falta de los mismos y tuvo de sobra lo que ningún partido debería mostrar con tanta desfachatez: el billetón grandazo del civilismo ricachón que jamás ha dejado de gobernarnos.
La fórmula para perder es sencilla. Consiste, en primer lugar, en carecer de ideas. Lo segundo es dar las respuestas más largas y complicadas a las respuestas más simples. Lo tercero es decir que el asunto de la derecha y la izquierda es un debate cancelado por la historia. Lo cuarto es ponerse a las órdenes de Dionisio Romero. Lo quinto es creer que la caridad alcanza para evitar el conflicto social. Lo sexto es leer (en secreto) a Deepak Chopra. Lo séptimo es creer que José María Aznar conserva algún rasgo humano. Lo octavo es pegarse cien cepilladas antes de dormir. Lo noveno y último es creer en la castidad de Rafael Rey.

Ayer, Lourdes Flores pidió al gobierno que ella hubiera podido integrar que "persevere" en la reforma educativa "pese a las resistencias del Sutep". Añadió que el régimen de quien está haciendo lo que ella dijo que jamás haría no debe temer enfrentar "el costo de una temporal impopularidad". (No dijo cuántos muertos o lesionados deberían ser contados para que la palabra impopularidad empiece a ser insuficiente). Con lo que el doctor García debe estar feliz, ya que ahora recaba el visto bueno de Lourdes Flores, la alegría de Oppenheimer, la tranquilidad de Montaner, la anuencia de Mario Vargas liosa, el contento de "El diario de las Américas", la bendición de Melchorita Saravia Tasayco que en el cielo descansa y la mirada comprensiva (aunque remota) de don Porfirio Díaz y la más próxima de su cónsul honorario, don Enrique Krauze. Hasta Variedades halaga al doctor García y habla de su elegancia saliendo del hipódromo de Santa Beatriz. Linda damita esta Lulú, que encima dice ser la jefa de la oposición.

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